Manuel Scorza
No se pueden gobernar impunemente. Ni escribir, en América Latina menos que en ninguna parte. Hoy la malicia o la ingenuidad cambian de nombre: ante el drama de cientos de millones de hombres sumidos en la miseria, la desesperación, el abuso, continentes sometidos al estado de sitio a la barbarie, son cinismo o complicidad. La palabra es demasiado importante. Siempre lo fue. Pero en otras sociedades coronaba o sacrilizaba el poder. Hoy es poder. El análisis de J.P. Faye es justo. Los sistemas totalitarios son una manera arbitraria de leer la historia. Hitler asaltaba el poder, instaura el nazismo y provoca la guerra a partir de una lectura arbitraria de la Primera Guerra Mundial. Así funcionan todos los totalitarismos. ¿Qué hay detrás de las infatigables supresiones o modificaciones de las enciclopedias totalitarias?: el deseo d e modificar el pasado. Porque la "ocupación de la historia" es fundamental. Los ejércitos pueden conquistar un territorio: hoy sólo los medios de comunicación pueden mantenerlo. El objetivo final de la televisión mundial es la creación de un mundo de esclavos felices.
Las estructuras de poder reposan en la infraestructura de la palabra. Y al revés: sólo la palabra puede corroer estructura de Poder. Ningún cambio, ninguna revolución son posibles sin imaginaciones reductibles a las palabras. Para conquistar el paraíso se requiere imaginar el paraíso.
América Latina -la India, la nueva, la asiática- es consecuencia de una conquista. (La Argentina y el Uruguay son diferentes porque son producto de aluviones de inmigrantes; excepciones). Su constante historia es la dominación. Y el silencio. Las culturas pre colombinas no fueron, desde luego, los paraísos de la utopía pero tenían una Palabra, su palabra. La conquista instala el silencio, fractura, destroza el universo imaginativo de pueblos para quienes lo imaginario -léase el Popol Uhu- era la historia. Hay que recorrer, despaciosamente, los deslumbrantes escombros de las mitologías pre colombinas, admirar la infinita complejidad de su cerámica o su textilería figurativa o abstractura, evocar su mundo mítico para comprender lo que el silencio de la Conquista significa: la locura.
¿Por qué esas terribles "epidemias de suicidios" que nos cuentan los cronistas de la Conquista? ¿Por qué poblaciones integras de pueblos conquistadores se arrojan a los abismos? ¿Por cobardía? Por locura. La conquista los ha privado de la palabra: La palabra es de otro.
La lengua española aparece, desde el comienzo, como instrumento de dominio, "compañera del imperio". En 1492 ocurre en España tres acontecimientos decisivos: el descubrimiento de América, la expulsión de los judíos y al publicación de la Gramática de Nebrija. La Reina Isabel de Aragón no comprendía bien la utilidad de un libro que pretendía enseñar una lengua que todos los españoles hablaban sin Gramática. Escribe Nebrija que cuando la reina le preguntó cuál sería la utilidad de su obra: "Fray Hernando de Talavera me arrebató la respuesta y respondiendo por mí dijo que después que Vuestra Alteza metiese bajo su yugo a muchos pueblos bárbaros de peregrinas lenguas y con el vencimiento de aquellos tenían necesidad de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido, y con ellas, nuestra lengua, entonces por esta mi Arte podrían venir en el conocimiento de ella como nosotros ahora prendemos el arte de la gramática latina para aprender el latín. Y cierto así que no solamente los enemigos de nuestra fe que tienen necesidad de saber el lenguaje castellano, más lo vizcaínos, navarros, franceses, italianos y todos los otros que tienen algún trato y conversación con España y necesidad de nuestra lengua sino vienen desde niños a aprenderla por el uso, podránla saberla por esta mi obra".
Así ve la luz la gramática de Nerbija: La Ley que el vencedor impone al vencido. Eso será también la literatura o las formas preliminares de la literatura durante trescientos años: leyes de guerra. Pero la literatura lo cumple la misma función en todas las sociedades. Ni en todos los momentos. Para los vencidos de América la palabra no es expresión: es refugio.
El tiempo se ha vuelto loco
Porque la conquista propone -impone- una historicidad metafísicamente intolerable. La gravedad de una conquista no es la ocupación del espacio: es la ocupación del tiempo. "El tiempo de ha vuelto loco" clama la desesperación de los postreros poetas pre colombinos. "El mundo está al revés" escribe Guamán Poma de Ayala. Todo lo queda de la literatura de los testigos de la conquista repita "¡El tiempo ha enloquecido!" Porque en la historia que ahora e s la única historia no hay lugar su historia. El drama más terrible no es el pillaje del tener: es el saqueo del ser. La expulsión del Espacio perpetrado por la Conquista es colosal. Cuando Colón la descubre hay en América 60 millones de hombres. Cincuenta años después la población se ha reducido ha 2 millones. Para situar estas cifras hay que considerar que la población mundial de la época es de 300 millones de hombres. La conquista exterminará, pues, un quinto de la humanidad. ¿Qué son, en comparación, las exterminaciones de judíos practicadas por Hitler? Pero lo más grave no es la exterminación física: es la exterminación metafísica: mi pasado, mi presente, mi futuro. La historia del vencedor no ofrece resquicio al vencido.
Situemos las cosas: el Poder que destruye, aniquila y oprime en América destruye, oprime y aniquila también en España. Los tiempos del Descubrimiento de América asisten en España a hambrunas colosales: miles de españoles mueren de hambre en la Península. Y la Inquisición no comienza a quemar libros en América: el Primer Auto de Fe se ejecuta en 1481. En 1500 por orden del Cardenal Cisneros se incineraron un millón de libros.
El intento de anular la historia no es una característica exclusiva de los imperialismos occidentales: los aztecas lo practicaron. Octavio Paz señala: "Aconsejado por Tlacaêtel, el cuarto Tlaotani, Itzcóatl, ordenó la quema de los códices. Con este acto se inició una inmensa tarea que en términos modernos llamaríamos de rectificación de la historia. La desfiguración y enmienda de las tradiciones, los mitos y la teología tuvieron el doble propósito de borrar los orígenes rústicos del pueblo mexica y de sus dioses y, así, legitimar su pretensión de ser los herederos de los toltecas. La decisión de Itzcoátl hace pensar en las falsificaciones de la historia de la revolución rusa durante la época de Stalin y, sobre todo, en la destrucción de los libros clásicos ordenada en 213 A.C. por Shil Huang Ti a instigación de un consejero que como Tlacaetel, era también un intelectual: el ministro de Li Ssu".
En 1502 se establece la censura absoluta
¿Qué quiere la Inquisición? Enumerar sus atrocidades es menos importante que descubrir su sentido. La Inquisición se propone detener el tiempo. Justo en el instante en que el Tiempo occidental se comienza a acelerar España se detiene. Todas sus fuerzas espirituales se consagrarán, se agotarán, en adelante en la demencial empresa de paralizar la historia. Así, una locura se sobre pone a otra locura. En España se aspira a paralizar el tiempo. En América el tiempo se ha vuelto loco. ¿Los indios tienen alma? ¿Son seres humanos o bestias parecidas a los hombres? Por encima del cinismo del enco- (...........) ignario y bestial, la interrogación es teológica, metafísica. Y la respuesta es el drama al que se enfrentan los sobrevivientes del Apocalipsis de la Conquista. Porque la historia que propone la Historia es insoportable. Si se puede, en última instancia aceptar el despojo absoluto en el tener es imposible aceptar el despojo del ser. Y aceptar esa Historia, la única Historia, es una herida metafísica insoportable: significa la desposesión, la pérdida de la identidad, la locura. Porque los muertos -aunque sean un quinto de la humanidad- son los muertos. "Los muertos se retiran del juego" (Hegel). El drama mayor no es el exterminio físico: es el saqueo metafísico de los sobre vivientes: su locura. Esa locura es el fondo del lecho por donde, en adelante correrá el angustioso río del ser americano.
Liberación ¿para qué?
Literatura: Primer Territorio Libre de América. Pero ¿Para qué? ¿En beneficio de quién? La Emancipación Política se ejecuta en usufructo exclusivo de las oligarquías criollas: no modifica la atrocidad de la estructura social y muchas veces la empeora. La liberación de la palabra corre los mismos riesgos que afronta cualquier territorio liberado: su explotación por una clase o por otro poder imperial.
No hay una; hay muchas Américas Latinas -india, negra, china, caribeña-. Y dentro de América Latina hay clases sociales. En esas clases se expresan en ideologías literarias en lucha. Ignorarlo es una peligrosa ingenuidad. Porque simultáneamente con la liberación se da una disputa por la palabra. ¿Entre quienes? Entre dos cosmovisiones diferentes de América.
Scorza en los Andes Cerreños
Pero situemos el debate. El esplendor de la novela en Occidente coincide con el apogeo de la burguesía. El clásico análisis de Marx sigue vigente: "La burguesía ha jugado en la historia un rol eminentemente revolucionario. En todas partes donde ha conquistado el poder ha destruido las relaciones feudales patriarcales, idílicas. Todas las relaciones variadas que inician al hombre feudal a sus superiores naturales, son rotos sin piedad para que no subsista, entre hombre y hombre, otra relación que el interés frío, las duras exigencias del "pago al contado". La burguesía ha ahogado los escalofríos sagrados del éxtasis religioso, del entusiasmo caballeresco, de la sentimentalidad pequeño burguesa en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha suprimido la dignidad del individuo transformándolo en simple valor de cambio. Ha sustituido las innumerables libertades tan duramente conquistadas por la única e implacable libertad de comercio. En una palabra, la explotación que ocultaban las ilusiones, religiosas y políticas han sido sustituída por una explotación abierta, desvergonzada, directa, brutal. La burguesía ha despojado de su aureola a todas las actividades consideradas hasta entonces con sacrosanto respeto y venerables. Ha transformado, al médico, al jurista, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia en asalariados a su servicio.
Pero que eso: el triunfo de la burguesía es el comienzo del fin del espacio. No es un azar que la contabilidad por partida doble -el Debe y el Haber que serán el comienzo de la "Deuda Infinita"- se invente en la República Veneciana, en la aurora del capitalismo. El capitalismo es una redistribución del espacio y del movimiento. Ya nunca más el espacio será infinito ni el movimiento libre. En adelante el hombre sólo podrá existir en referencia a un punto fijo del espacio. Ander Jean Arnaud ha mostrado lúcidamente la imposibilidad de existir en una sociedad burguesa sin respetar las reglas de juego. La paz burguesa obligan al estallamiento, a la instalación definitiva (5)
A partir de la Revolución Fancesa -y de sus ecos coloniales- el hombre está obligado a justificar su existencia "desde el nacimiento hasta la muerte". Y más allá. El año 1977 un grupo de importantes pintores franceses organizó la exposición "Guillotina y Pintura" en honor del pintor Topino-Lebrum guillotinado en plena Revolución Francesa bajo el cónsul Bonaparte. Tan impresionante como la exposición es saber -gracias al brillante estudio de Alain Joufray-
Que en la Biblioteca Du Quai des Orfebres es posible consultar todos los documentos relativos a los condenados a muerte por la guillotina... cien después de su ejecución. Porque las revoluciones pasan pero los archivos quedan.
La burguesía latinoamericana no puede eludir las leyes históricas que la obligan a cancelar el espacio. Y cuando Vallejo enfrenta a doña Bárbara y a Santos Luzardo, (es decir el artificial conflicto "Civilización y Barbarie") ¿Qué quiere Santos Luzardo? ¡Erigir un cerco! "Redoble por Rancas" ha demostrado claramente lo que significa un cerco.
Hasta 1940 la literatura latinoamericana fue "patriarcal idílica". Pero a medida que se modifica la relación de clases en el nuevo contexto impuesto por el imperialismo americano, la pequeña burguesía latinoamericana exije el fin del espacio. Este es el fondo del vano debate entre literatura campesina y literatura urbana o literatura "pura" y literatura "comprometida". Por eso, inmediatamente después de la liberación de la palabra se inicia la disputa por la palabra: la guerra civil que divide hoy a la literatura latinoamericana. Porque se trata de una disputa de poder que sobrepasa los actores accidentalmente en conflicto. Ningún texto lo muestra mejor que el Diario que el genial José María Arguedas escribe entre su último intento de suicidio y el suicidio ("El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo"). Hay a lo largo de estas estremecedoras páginas, un conflicto entre Arguedas y Julio Cortázar ( que lo había llamado públicamente "novelista provinciano"). Pero en realidad, en el sentimiento de Arguedas que no olvidemos que es uno de los mayores novelistas de la América Latina enfrentará de un lado una corriente que estaría formada por Rulfo, Vallejo, García Márquez y del otro Cortazar, Carlos Fuentes, Vargas Llosa.
¿De qué se queja Arguedas? "La última vez que vi a Carlos Fuentes lo encontré escribiendo como a un albañil que trabaja destajo. Tenía que entregar la novela a plazo fijo. Almorzamos, rápido, a su casa. El tenía que volver a la máquina. Dicen que eso mismo le sucedía a Balzac y a Dostoievsky. Si, pero como una desgracia, no como una conducta de la que se enorgullecieron". ¿Qué acaso no hubieran escrito lo que escribieron, en otras circunstancias? Quien sabe. ¿Qué otra cosa iban a hacer con lo que tenían en el pecho? Perdonen, amigos Cortázar, Fuentes, tu mismo Mario (Vargas Llosa). Creo que estoy desvariando, pretendiendo lo mismo que ustedes, eso mismo contra lo que me siento irritado. Puede que ustedes no tengan mejor o más y menos razón que yo. Hay escritores que empiezan a trabajar cuando la vida los faena no tan libremente llegado sino condicionado, y están ustedes, que son, podría decirse, más de oficio. Quizás mayor mérito tengan ustedes, pero ¿no es natural que nos irritemos cuando alguien proclama que la profesionalización del novelista es un signo de progreso, de mayor perfección. Vallejo no era profesional, Neruda era profesional. Juan Rulfo no es profesional. ¿Es profesional García Márquez?... Moliere era profesional pero no Cervantes.
Y es que Arguedas escribe "por goce y necesidad" no comprende que la burguesía despoja de su aureola al poeta para transformarlo en un asalariado. No entiende no entenderá nunca la concepción de la literatura de Vargas Llosa. "El escritor debe trabajar como peón". Pero más allá no ha entendido que en la sociedad burguesa -a la que él trasmite el soplo agónico de un mundo mágico- la única elección posible es escoger entre el aburguesamiento y -en caso del rechazo de la reflexión- la muerte (perpetrada por el grupo contra aquel que se excluye) o el suicidio" (Arnaud). Arguedas se mata.
Pero el problema no es padecer sino comprender. El Territorio Liberado de Literatura Latinoamericana es hoy escenario del conflicto de las cosmovisiones producidas por la guerra de clase y enfrentamientos de civilizaciones. Ariel D osfman ha señalado que entre Arguedas y Vargas Losa hay "dos modos radicalmente opuestos de ver el mundo: las dos cosmovisiones que en este momento se disputan el futuro cultural de América, los dialogantes en una conversación que es la esencia de nuestro continente". ("Imaginación y Violencia") La cosmovisión de Arguedas propone la rebeldía, la comunicación con los hombres y el universo, la solidaridad y el combate, la épica. La de Vargas Llosa le opone el fracaso, la incomunicación, el individualismo, la soledad, el miserabilismo. Mejor no soñar, susurra Vargas Llosa. Arguedas,
en cambio, sugiere que el hombre debe justamente soñar puesto que a través de lo mágico, de
la imaginación original y originario, a través del acto poético que funde a hombre con universo, puede salir del abismo de hiel, cada vez más hondo y extenso, donde ya no podrá llegar ninguna voz, ningún aliento del rumoroso mundo". Pero claro, Arguedas y Vargas Llosa sólo representan aquí dos corrientes, dos líneas ideológicas, dos dialogantes, dos protagonistas de
una guerra ideológica : el enfrentamiento entre una concepción individualista y una concepción colectiva de la historia.
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